Love Shine

-Sebastian… - Dijo la muchacha mientras parpadeaba por la intensidad de las luces– Jace… -Suspiró.
Estaba perdida, desorientada. Clary no estaba segura de ninguno de los recuerdos que palpitaban en su cabeza luchando por salir a flote.

-No… Yo… -Lentamente se incorporó de la cama donde estaba con la ayuda de Jace- Yo puedo sola… Déjame.
Clary no supo que fue lo que la perturbó más: Si su reacción hacia Jace o si fue la seguridad con que sus palabras falsamente dejaron sus labios.
Nada de lo que había ocurrido podía ser cierto. Pero a la vez lo era. Lo cierto es, que muy a su pesar, todo fue verdad. Lentamente, pero de forma constante, los recuerdos fueron invadiéndola mientras le enviaban olas de escalofríos.
-¿Tienes frio? –Le preguntó dulcemente Jace- ¿Quieres mi cazadora?

Clary simplemente negó con la cabeza y se alejó de él. Estaban en la casa que era de Amatis, una de las pocas que habían sobrevivido a la masacre de Idris. Bajó por las escaleras y se encaminó hacia las afueras con Jace detrás suyo. No sabía por cuánto tiempo había estado caminado sin rumbo hasta que se dio cuenta que estaba frente a las cristalinas aguas del Lago Lyn.

-Jace… Todo lo que sucedió… ¿Fue real? ¿Todo?
-Clary –Susurró mientras le rodeaba la cintura desde atrás- Todo fue posible desde que te conocí. –Ella sintió cosquillas sobre su cabeza con sus palabras tan ciertas – Pareciera que nunca tuvimos un instante de paz Fray.

Ella no respondió, simplemente se quedó observando el imperturbable espejo de agua que tenía frente suyo. –Aquí fue la primera vez que sentí que todo había sido perdido- Suspiró –Supongo que no debería quejarme.

Jace la abrazó con más fuerza aun, pero sin dejar de ser cariñoso, mientras ella se recostaba sobre él. La tranquilidad de aquel lugar era en sí, un regalo del cielo, luego de tanta masacre, muerte y destrucción.
Y por fin lo dejó ir. En ese momento, en ese instante, ella dejo de frenar las imágenes que venían a su mente.

Jace resplandeciendo. El fuego celestial brillando en su interior, los hermanos silenciosos estudiándolo. Luego, el caos. Sebastian trayendo la horda de demonios mayores y prácticamente destruyendo las salvaguardas. El caos reinó por todo el mundo. Idris prácticamente desapareció. Todos lucharon y muchos perecieron.
Jace, en medio de la batalla, había demostrado que ser el portador del fuego celestial le había brindado una fuerza, destreza y velocidad increíbles. Había luchado con Magnus, Alec, Isabelle y Clary misma codo con codo y así habían logrado despejar un poco el campo de batalla. Pero ahí fue cuando Sebastian hizo aparición y terminó de destruir las protecciones que evitaban que los demonios ingresaran al mundo mortal.

A partir de ahí, el infierno fue la tierra.

Miles y miles de demonios ingresaron al mundo y el puñado de cazadores de sombras no podían contra tantos enemigos. Estaban desbordados. Era el fin.

Pero no lo era para ella y para Jace. Clary viéndose envuelta en la adrenalina, su mente le presentó una runa. Una runa especial, antigua y resplandeciente. Era la runa para sellar su destino con Jace. La runa que permitiría crear algo nuevo. Aunque eso, ella en ese momento no lo sabía. Ella le abrió la ropa a Jace, justo al medio, en el esternón, ella dibujo un símbolo simple, concreto, infinito. Era solo un círculo con un punto a las 12 en punto sobre la línea. Y luego ella también se lo dibujo. Hubo un segundo de silencio a su alrededor y de pronto, un fuego dorado la rodeó, sin quemarla, justo como Jace.

Solo duró unos instantes, pero con eso, el segundo infierno se desató.

Una horda de ángeles guerreros descendieron llenando todo el campo de luz y de un calor abrazador. Todo permaneció en silencio hasta que ellos terminaron de descender. Luego todos escucharon a los ángeles rugir de furia y gritar al unisonó “Todo aquel, que sea fiel a Dios y a los ángeles en la lucha contra los demonios, que se una a la batalla final bajo la protección del cielo”. Y así fue. Tal cual se detalló sería el apocalipsis en los escritos de todas las religiones; solo que esta vez, habían cazadores de sombras, brujos, hombres lobos, hadas y vampiros luchando junto a la horda celestial de ángeles en contra de los demonios. Y lo notable fue, que cada cazador de sombra que se unió a la batalla rugió de furia y fuerza al verse marcados por la runa Clary. Aunque ella no los marcó, sino los ángeles mismos.

Desde ahí, la batalla no fue totalmente fácil. Muchos murieron. Muchos seres queridos. Y sin embargo, los demonios terminaron huyendo al verse sobrepasados por la nueva fuerza que desarrollaron los cazadores y sus aliados.

Luego, el mismísimo Ángel Gabriel hizo aparición y aprisionó a Sebastián en una Jaula de luz. Luego dictaminó que debido a su herejía y su sangre impura, debía devolver todo el mal realizado. Y lo haría eternamente. Y en ese instante, Sebastian ya no fue mas Sebastian, sino que se convirtió en una bola de luz, que luego se hizo liquida y se esparció por el cielo en un infinito rio dorado: La nueva salvaguarda purgada de todo mal, y fortalecida por el mismísimo demonio.

-Somos los nuevos nephilim Jace –Dijo dándose vuelta y abrazándolo por primera vez- Los creadores de Luz.